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La Presencia Educativa Del Maestro

la salleAmor que cuida, previene, protege y libera.

En todo proceso educativo sistemático intervienen tres sujetos: la familia, los maestros y los propios educandos. Voy a referirme en este artículo al maestro, en su aspecto de acompañante educativo de los alumnos y alumnas que se le confían.

San Juan Bautista de La Salle, (1651-1719), sacerdote visionario, comprendió a tiempo que era necesario instaurar una nueva forma de educar, acorde con la irrupción de la naciente sociedad moderna, sociedad del conocimiento y de la racionalidad. Tuvo el mérito, sobre todo, de percibir el acto educativo desde una dimensión relacional, no solamente como un medio de transmitir conocimientos y valores. Entendió que era preciso integrar a los tres agentes educativos en dicho proceso y le dio al maestro un puesto privilegiado como ensamblador de todo ese conjunto de agentes educativos. A su formación dedicó su tiempo y sus relaciones, hasta dejar constituida la primera Sociedad de laicos consagrados “de la mañana a la noche” a la educación integral de los niños pobres: Los Hermanos de las Escuelas Cristianas, más conocidos hoy por el apellido de su Fundador: “Hermanos de La Salle”.

En la época de La Salle, Francia – su país natal – tenía el 80% de su población en el área rural, en núcleos familiares o cercanos, por lo que bastaba un solo maestro para atender a los niños. Pero éste era también sacristán, campanero, acompañante de entierros, etc. Fácil es comprender las frecuentes ausencias del aula. Para sanar este mal, La Salle inició un  segundo proyecto educativo peculiar: “Seminarios de Maestros para el campo”, germen de lo que luego de la Revolución Francesa de 1789 serían las “Escuelas Normales”. Con razón ha sido declarado Patrono Universal de los Maestros, el 15 de mayo de 1950.

“Todos los desórdenes, sobre todo entre los artesanos y los pobres, provienen ordinariamente de que fueron abandonados a sí mismos y muy mal educados en los primeros años…
Estando los artesanos y los pobres ordinariamente poco instruidos y ocupados todo el día en ganar su sustento y el de sus hijos, no pueden darles por sí mismos la instrucción que necesitan, y una educación honrada y cristiana…

Procurar este beneficio a los hijos de los artesanos y de los pobres, TAL HA SIDO EL MOTIVO POR EL CUAL SE HAN INSTITUIDO LAS ESCUELAS CRISTIANAS…”

El principal fruto que debe esperarse de su  institución es prevenir esos desórdenes e impedir sus perniciosas consecuencias; fácil es comprender cuánta es IMPORTANCIA Y SU NECESIDAD”. (Reglas Comunes de los HEC, cap. 1)

Esta formidable pincelada sociológica de La Salle,  indica que  observó primero lo que sucedía en la sociedad de su tiempo en el campo educativo , y luego aceptó arriesgar su vida, sus bienes y hasta su prestigio, para buscarle soluciones efectivas. Es uno de sus grandes méritos y un ejemplo para los educadores de todos los tiempos.  Desde esa perspectiva relacional, La Salle pudo dar consejos sabios a la naciente comunidad de maestros que estaba creando, y dejarle valiosos consejos en sus 21 obras escritas para ellos.

“Si emplean con sus alumnos firmeza de padre para retirarlos y alejarlos del desorden, también deben tener para con ellos ternura de madre, para acogerlos y procurarles todo el bien que dependa de Uds.” (MF 101,3)

Esta afirmación de La Salle es medular y constituye el eje de toda nuestra reflexión. Bastaría este sabio consejo para demostrar que en el naciente proyecto educativo de La Salle y sus primeros maestros, la relación educativa era prioritaria, sin descuidar por ello la calidad de los contenidos, porque el mismo autor, tratando el tema de la preparación de sus maestros les dejó dicho por escrito que “su ignorancia sería criminal, porque provocaría la ignorancia de sus alumnos”.

Como piedra angular, cimiento y sostén de todo su nuevo proyecto educativo, La Salle introdujo un principio que literalmente revolucionó – le dio un vuelco positivo – al sistema educativo vigente:

Los Hermanos amarán tiernamente a sus alumnos; sin embargo, no se familiarizarán con ninguno de ellos ni les darán cosa alguna por especial predilección, sino solamente como recompensa o estímulo”. (RC VII)

Si en tiempos relativamente recientes un poeta-aviador militar, Antoine de St. Exupéry, afirmó que “Lo esencial es invisible a los ojos; solo se ve bien con el corazón”, hay que reconocer que, en el campo educativo, La Salle se le adelantó tres siglos.

Esto explica cómo el proyecto de La Salle pudo sobrevivir en medio de enormes resistencias provenientes de los poderes fácticos , como diríamos ahora, entre ellos la poderosa “Asociación de Maestros Calígrafos autorizados” que, al ver perder su clientela por la calidad de la enseñanza en las Escuelas del Sr. de La Salle, lo llevaron tres veces ante los tribunales de Francia. Entendieron perfectamente la magnitud  del naciente proyecto educativo de La Salle, y temieron perder sus privilegios, pues ellos cobraban por sus servicios educativos, pero La Salle no.

Pero La Salle persistió y consolidó su obra, confiado en Dios y en la necesidad de la educación del pueblo, de los pobres. Al morir, el 7 de abril de 1719, tenía a su alrededor más de un centenar de Hermanos y dejaba fundadas 22 escuelas.

El educador lasallista en la vida de sus educandos.

Con  estos hechos y datos de la introducción, el lector podrá hacer una importante constatación: La finalidad de la educación lasallista fue orientada hacia la vida desde sus primeros inicios, mediante la inculcación y práctica de valores y saberes vividos en una relación interpersonal.

¿De qué medios se valió La Salle para garantizar esa finalidad?

*Presencia del educador.

El sistema individual de enseñanza para varones que aún existía en tiempo de La
Salle creaba “vacíos” de presencia de los maestros, que nadie podía cubrir. La ausencia de los maestros y en consecuencia, de los alumnos, fue uno de los grandes males que La Salle percibió y al que buscó soluciones mediante la creación de comunidades de maestros, para que unos a otros se apoyaran.

Por otro lado, no existía la conciencia de las características y derechos de “la niñez”: Hasta los 7 años, niños y niñas estaban al cuidado de sus padres y tenían igual vestimenta incluso. Al llegar a esa edad, las niñas dependían de su madre, quien las preparaba para un matrimonio temprano. Los varones pasaban automáticamente a ser auxiliarles del oficio de sus padres, o se dedicaban a vagar por las calles. Eso fue lo que percibió La Salle, quien insistió ante los padres en la necesidad de darle un tiempo  a  sus  hijos para que  recibieran  una educación básica  al  menos,  y poder así “defenderse” en la vida. Trabajo le costó convencer a los padres, pues les quitaba fuerza de trabajo. Por eso se le reconoce a La Salle su aporte a la creación de la conciencia del “derecho de la Niñez” en estos aspectos: el “derecho a ser niños y niñas, y el derecho  a la cultura”.

Por disponer de comunidades de maestros, La Salle logró crear un sistema que garantizaba la presencia de educadores “de la mañana a la noche”. Aseguró así la secuencia coherente de los procesos de aprendizaje y de formación integral, incluida la formación cristiana  y cívica, pues para esos niños pobres escribió el libro “Manual de urbanidad y cortesía cristianas”, que tuvo un éxito sorprendente en su época, y provocó “ediciones piratas” aún en vida del Fundador de los Hermanos. Partía del principio de que los pobres también tenían título  de nobleza: eran Hijos de Dios.

Las aulas de esas Escuelas Cristianas estaban saturadas de alumnos: 60 alumnos era una cantidad moderada; los archivos de la escuela lasallista del puerto de Calais, para los hijos de los marineros, confirman la presencia de más de 100 alumnos en un aula. Tal fue la demanda de educación que atendió La Salle y el atractivo que produjo su novedoso estilo de educación. Normalmente La Salle tenía comunidades de 3 o 4  Hermanos, pero en los casos como el de Calais, añadía un Hermano más, para suplir cualquier ausencia y no interrumpir el proceso educativo.

*Conocimiento personal de cada alumno.

Firmeza y ternura, esos dos pilares del sistema disciplinario lasallista, implicaban conocimiento  de las riquezas y debilidades de cada alumno. Por eso, los primeros discípulos de La Salle en la mañana de cada jueves, día del asueto semanal, se dedicaban a actualizar el archivo  que llevaban de cada estudiante, para presentárselo al Hno. Inspector, donde lo había, y para pasárselo al educador del siguiente curso, cuando los alumnos pasaban de nivel. En él se integraban todos los aspectos de la formación académica, humana  y cristiana de cada alumno. (“Registro de las cualidades y defectos de los alumnos”). Significa que desde finales del siglo XVII las Escuelas lasallistas ya llevaban ficheros personales de cada educando.

*El delicado tema de los estímulos y sanciones en el proceso educativo.

Llegamos a un punto luminoso del proyecto educativo de La Salle y sus primeros maestros. En el Libro de la Sabiduría se lee este consejo: “Educa a tu hijo y fórmalo bien para no tener que sufrir por su mala conducta”. (Sb 30,13)

Si para La Salle un maestro ha aprendido a mirar a sus alumnos con ojos de amor y de ternura, y se siente padre y madre espiritual de los mismos, es inevitable que su estilo de corregir y sancionar refleje esta convicción interior: sus estímulos y sanciones serán ambos signos de su amor por ellos. El mismo fundador de los Hermanos definió a la sanción como “el signo del amor que se tiene por el mejoramiento del alumno”.

La Salle trabajó ampliamente este tema en tres de sus obras centrales: “La Colección de Varios Trataditos“, “Las Meditaciones para el Tiempo del Retiro [1]“, y sobre todo, en la “Guía de las Escuelas Cristianas”, verdadera Biblia pedagógica lasallista que compuso junto con los Hermanos de su tiempo más experimentados en el arte de educar.

Lo que el lector va a leer ahora constituye un verdadero Tratado del estímulo y la sanción como oportunidad de crecimiento del educando, dependiendo de actitudes e intencionalidades  del maestro o maestra, que el mismo Fundador va a describir.

1.    Estímulos.

El primer y principal estímulo en el  proyecto educativo lasallista fue y será siempre la presencia cercana y acogedora de un maestro, maestra, que ama a sus alumnos, alumnas, y los acompaña con respeto y cariño,  en el lento pero maravilloso proceso de adquirir “la libertad de los hijos de Dios”, en expresión del propio La Salle. Será un amor educativo: exigente, viril y liberador. No debilitará a los educandos sino que los fortalecerá para que enfrenten los desafíos de sus vidas nuevas.

A 13 años apenas de la muerte de La Salle, su principal biógrafo y amigo, sacerdote como él, Jean Baptiste Blain, escribió este comentario: “Una vez que el maestro ha conseguido el amor del alumno, puede hacer con él todo lo que quiere”. Era una resonancia de la cita de san Agustín de Hipona, quien en el siglo III había escrito: “Ama, y haz lo que quieras”.

Este principio esencial en todo  auténtico acto educativo, explica la adhesión de los alumnos lasallistas más allá de su tiempo de estadía en una Institución que responde al proyecto del Sr. de La Salle; porque alguien ha dicho : “Todo el mundo quiere volver al lugar donde ha sido amado”.

El segundo estímulo surgía en el propio alumno al comprobar la disponibilidad de su maestro, y el clima de serenidad y orden que favorecía sus aprendizajes y donde no se perdía el tiempo. Esto le abría posibilidades para su futuro. Hoy diríamos: eran alumnos motivados.

El tercer estímulo fue el sistema participativo que se implantó en las escuelas lasallistas, y que relata el Cap. 8 de la “Guía de las Escuelas” con el nombre de “Oficios”, sistema que  anunciaba ya una escuela activa y participativa. Comenzaba con este párrafo singular:

“En las escuelas habrá varios alumnos encargados de realizar diferentes funciones
que los maestros no pueden o no deben hacer ellos mismos”.

A continuación venía la enumeración y descripción de 14 funciones. Comentemos algunas:

–    Responsable de las limosnas.

“En clase habrá un alumno encargado de recoger los trozos de pan que se entreguen
para los pobres durante el desayuno y la merienda”.

Se trataba de alumnos que donaban parte de los alimentos que traían para su desayuno diario que se hacía en el aula al comienzo de las clases,                                     para dárselo a los compañeros que no habían podido llevar nada. ¡Solidaridad en funciones en la misma aula y a diario!

–    Campanero.

“En cada escuela habrá un alumno cuya función será tocar la campana para comenzar la clase y los ejercicios de la escuela. Debe ser asiduo a la escuela, cuidadoso, exacto y muy puntual para tocar en el momento establecido”.

–    Los primeros del banco.

“El primer alumno de cada banco estará encargado del registro de su banco, para señalar las ausencias y presentar la lista al maestro. Serán de los más asiduos, los más diligentes, los más juiciosos y modestos. Se dará el cargo como premio de cordura y capacidad”.

En las escuelas populares había bancos de 9 alumnos, compuestos por alumnos que estaban en un nivel similar de aprendizaje. El primero de banco asumía la responsabilidad del aprendizaje de los demás,  los ayudaba a avanzar en sus estudios y les ayudaba en sus dificultades de aprendizaje. Otra función solidaria: compartir los conocimientos con los que saben menos.

–    Visitadores de enfermos.

“En cada clase habrá dos o tres alumnos encargados de velar por la asiduidad de los alumnos de varias clases de determinado barrio que les sea asignado. Informarán al maestro de las causas de su ausencia, y cuándo les dijeron que volverían a la escuela.

Visitarán de vez en cuando, según se lo indique el maestro, e inclusive por propia iniciativa, a los alumnos enfermos del barrio del que están encargados; los consolarán y los alentarán a sufrir su enfermedad con paciencia y por amor a Dios. Después informarán al maestro de su estado de salud, y si la enfermedad disminuye o se agrava. Los visitadores serán elegidos entre los más afectos y asiduos a la escuela. Es preciso que sean despiertos, honrados y de buen comportamiento, que no se inclinen a la mentira ni se les considere capaces de dejarse corromper”.

Bastan estas cuatro citas para comprender cómo esos alumnos estarían motivados y estimulados a ejercer funciones de servicio  que eran en la práctica un aprendizaje al ejercicio de la caridad, y les invitaban a compartir dones y capacidades a favor de sus propios compañeros de clase.

– Recompensas.

Es el último estímulo que deseamos presentar al lector. Ocupan un lugar discreto en la Guía de las Escuelas, al punto de llamar la atención: solo 2 páginas, como para indicar que no se debe abusar del recurso a medios externos para motivar la respuesta educativa deseable en el educando. La “Guía” tiende a insistir más en las “motivaciones”.

“Los maestros concederán premios de vez en cuando a los alumnos que hayan sido más exactos en cumplir su deber, para incitarlos a practicarlo con amor, y estimular a los demás con la esperanza de la recompensa.

Los premios que se den en las escuelas serán de tres clases: 1º  por la piedad; el 2º  por la capacidad; el 3º por la asiduidad. Los premios por piedad serán siempre más bonitos que los demás; y las recompensas por asiduidad, mejores que las dadas por capacidad”.

Se nota que esos premios tienden a reforzar dos grandes principios de la escuela cristiana de La Salle:  piedad y esfuerzo.

La “Guía”, más adelante, habla de un premio especial a los que hayan conjugado en su conducta estas 4 características: piedad, modestia, asiduidad y capacidad.

2.    Sanciones.

En las “Meditaciones para el Tiempo del Retiro [1]“, La Salle aborda en dos de ellas, la No.203 y la 204, el tema de las sanciones en el aula.

MR 203: Sobre la obligación que tienen los Hermanos de reprender y corregir las faltas que cometen aquellos de cuya instrucción están encargados.

MR 204: De qué modo hay que advertir y corregir de sus faltas a aquellos de quienes se tiene la dirección.

De ellas extraeremos algunos párrafos importantes:

–    Reprender y  corregir es una de las señales del celo (interés) que se tiene por el bien y la salvación  de aquellos cuya dirección se tiene.
–    Las reprensiones y correcciones que se les hacen les dan ocasión de reflexionar sobre lo que han de hacer.
–    A Uds., maestros, corresponde poner todo el cuidado posible para llevar a sus alumnos a “la libertad de los hijos de Dios” (Ga 4,31). Deben servirse de mansedumbre, paciencia y prudencia en las reprensiones y la corrección.
–    Los niños, al estar dotados de razón, no deben ser corregidos como las bestias sino como personas razonables. Hay que reprenderlos y corregirlos con justicia, haciendo que se den cuenta del error en que están y del castigo que merece la falta cometida, e intentar que la acepten.
–    Como son cristianos, conviene examinar ante Dios qué corrección merece la falta, y si el culpable está dispuesto a recibirla con sumisión o procura disponerse a ello.
–    Si se procede con prudencia no hay que temer que produzca efecto pernicioso. Al contrario, los maestros que así actúan, atraen sobre ellos la gratitud de quienes fueron corregidos.
–    Si ocurriera que se sientan agitados por pasión, guárdense mucho de hacer ninguna corrección, pues entonces sería perjudicial, tanto para los alumnos como para Uds.
–    Pidan a Dios que no permita que se dejen llevar por ningún arrebato cuando se trata de corregir a sus discípulos.
–    El fruto de la corrección prudente es disponer a quienes la reciben para que se corrijan de sus faltas.
–    Cuando el corregir a sus alumnos les ocasione algún disgusto, muéstrenles, al hacerlo, tanta benevolencia que, lejos de despecharse contra Uds., solo les manifiesten después su gratitud por el bien que les hicieron, junto con el firme propósito de no volverla a cometer”.

Como si no fuera ya suficiente la doctrina sobre las sanciones, expuesta por La Salle en sus Meditaciones, y que desde los comienzos (1682) fue integrada al proyecto educativo lasallista, La Salle amplió su reflexión sobre este tema en la “Guía de las Escuelas Cristianas”.  Veamos algunas de sus reflexiones:

–    El silencio es uno de los principales medios para establecer y mantener el orden en la escuela. El maestro no consentirá que se hable sin permiso. Con este fin, el maestro hará comprender a los alumnos, que deben guardar silencio no porque él esté presente, sino porque Dios los ve y porque es su santa voluntad.
–    Se procurará que todos los alumnos estén colocados de tal modo que los maestros puedan verlos siempre.
–    De poco serviría que el maestro se esforzara en guardar silencio si él mismo no lo
guarda.

Pero donde llega a niveles insospechados de reflexión sobre este tema, es en el cap.5 de la 2ª parte de la “Guía de las Escuelas”. Merecería un documento aparte.
Comienza con un preámbulo, cosa que no ocurre con ningún otro capítulo del libro, y que demuestra con qué seriedad se abordó este tema . Se comprende:   Las pinturas de la época muestran al maestro con rostro amenazante, un libro en una mano, y en la otra ¡una vara! La Salle le dio un giro de 180 grados al concepto y la praxis de este método correctivo.

No creemos y menos afirmamos que todas las nuevas iniciativas educativas hayan procedido de la experiencia de La Salle y sus primeros maestros; pero sí creemos que lograron integrar en su novedoso proyecto educativo lo mejor del pensamiento educativo de su entorno hasta lograr un producto final equilibrado, con las mejores opciones de su tiempo, que ha resistido la prueba del tiempo (3 siglos) y que sigue enriqueciéndose de manera permanente.

Hemos mencionado el “preámbulo” al capítulo de las sanciones en la “Guía de las Escuelas”. Baste con un párrafo para comprender su importancia y actualidad:

“La experiencia prueba suficientemente que para hacer que se perfeccionen aquellos que se dirigen, hay que proceder con ellos de manera suave y firme a la vez. Si se actúa con toda autoridad y con demasiado dominio, parece difícil que ese modo de gobernar no llegue a ser demasiado duro e insoportable. Por otro lado, si se tiene demasiado miramiento con la debilidad humana, y se deja a los niños hacer cuanto se les antoja, de ahí saldrán alumnos díscolos, indisciplinados y desordenados”.

Reflexiones finales a modo de conclusión.

–    Toda Institución es responsable de promover y garantizar la presencia educativa de sus maestros y maestras en todos los espacios donde se mueve su alumnado. Lo contrario sería dejar a sus educandos a merced de las debilidades propias de su edad e inexperiencia. Cada maestro/a  debe asumir esa presencia, no como una imposición sino como una función ligada a la esencia misma de su condición de educador/a.

–    Los educadores y educadoras  tienen que tomar muy en serio el consejo del Sr. de La Salle: “Velar sobre sus alumnos para tener que castigarlos lo menos posible, pues esto es uno de los principales medios para ordenar bien su escuela y para establecer en ella perfecta disciplina”. (Reglas Comunes, cap. VIII, 1)

–    Conviene que los educadores se cuestionen cada cierto tiempo sobre los criterios que priman en su mente y en su corazón a la hora de recompensar o de sancionar, para no parcializarse, tener preferencias, ser injustos, o dejarse llevar de reacciones personales sin control. Luego de castigar a un alumno deberán mostrarle que siguen creyendo en él, y que la sanción que se le impuso fue solamente para hacerlo recapacitar y ayudarlo a ser mejor.

 

Artículo publicado originalmente el 25 de marzo del 2010