¡Fidelidad!

Escrito por Hno. Alfredo Morales en Filosofía Educativa, Hno. Alfredo Morales

A la nueva generación le ha tocado vivir y realizarse en un mundo en rápido cambio, y lleno de contrastes: por un lado, avances asombrosos de la ciencia y la tecnología; y por otro lado, una confusión y desenfreno moral nunca visto antes, donde todo se permite, y donde solo se cree en sí mismo, en el poder, el tener, y el placer.

Sombrío panorama es éste, que desafía a los padres y madres, educadores y educadoras responsables. A esto se añade la irrupción de una mediática avasalladora que ofrece en bandeja de plata, vicios y virtudes por igual, sin ningún criterio de verdad en sus mensajes donde priman el criterio mercantil y pecuniario. “Lo que se anuncia se vende, sea bueno o sea malo”.

A esto se añade un dato preocupante: hoy tiende a desparecer la conciencia del misterio, de lo trascendente; vuelve la idea del “mundo cerrado” de los existencialistas franceses de los años 40 del siglo pasado, donde “Dios no cabe ni hace falta”. Se repite la simbólica tentación de los primeros tiempos de la humanidad: “Serán como dioses” (Gn 3,4) que el mismo libro sitúa como causa de todos los males de la humanidad.

Así está ocurriendo hoy en día: la humanidad, endiosada por sus logros se inventa “falsos ídolos”, efímeros, endiosados a base de dinero y publicidad: “Reina por un día”. ¡Qué pena!

Pareciera como si muchos jóvenes de hoy, deslumbrados y atrapados por esos dioses falsos, se preguntaran cada mañana: “¿A qué dios tengo que adorar hoy?, ¿cuánto tengo que pagar para adorarlo?”. .

Felizmente, existen muchos jóvenes, que desde el despertar de su juventud perciben con claridad el sentido de su vida, y optan por una orientación correcta. En esta opción tienen mucho que ver el testimonio de sus padres y de sus educadores. ¡Tremenda responsabilidad!

Otro problema actual es la velocidad con que se vive: llegar pronto, ganar dinero pronto y fácil, liberarse de ataduras morales, y zambullirse en una carrera loca tras del placer, al

precio que sea, como metas absolutas y definitorias  del quehacer humano. De nuevo los “dioses falsos”.

Debe ser muy triste el vivir atrapado en los estrechos muros de un “paraíso artificial”, en lugar de marchar con gozo y libertad interior por los anchos caminos de la pureza interior, y la sencillez y pobreza de corazón, que tienen la promesa evangélica de Jesús: “Poseerán la tierra”.

Por eso, para los que estamos preocupados por los rumbos que va tomando la humanidad y la nueva generación, he querido aportar algunas reflexiones que den luz y esperanza en este momento de confusión moral, comentando una palabra al parecer olvidada, pero que es un valor esencial para una vida auténtica: ¡FIDELIDAD!, expresión secuestrada hoy en día, pero indispensable para la construcción de la persona humana y, por ende, del disfrute sano de la felicidad posible en esta vida.

Conceptos.

La palabra “Fidelidad” viene del latín: “Fidelitas”, que se le define como el cumplimiento del contenido de la fe que se profesa. Es también la lealtad que cada ser humano debe a otro. También incluye la exactitud en la ejecución de algo.

“Fiel” , del latín “fidelis”, se dice de la persona que es exacta, que actúa conforme a la verdad, que guarda la fe, que cumple con lo que cree.

Comentarios.

Hemos ligado la eficacia al tiempo, a la velocidad, y no precisamente a la verdad, a la fe, al amor. Hoy, las personas tienen miedo a comprometerse a “largas fidelidades” para toda la vida. La conciencia fragmentaria del hombre moderno lo hace vivir “hecho pedazos”: prefiere pequeñas y cortas fidelidades o infidelidades. Con ello declara la anti-madurez como proyecto y estilo de vida. El llamado estilo “adolescente”, común en muchos adultos, propone como ideal emociones intensas sin mayores consecuencias; o sea: sin compromisos, sin fidelidad.

Y hasta se llega a invocar a la libertad y aún a la creatividad para no comprometerse: se opta por la moda, el “happening”, lo que sucede en un plazo corto de tiempo.

Los que viven así intentan auto-justificarse con planteamientos como éstos:
¿Cómo comprometerme, cuando no puedo saber con claridad a qué, por qué caminos; cuando no dispongo suficientemente de mí mismo?

– ¿Tengo derecho a comprometer mi futuro, aún por hacer?

– ¿En qué o en quién apoyaré  mi promesa de fidelidad, si no puede ser totalmente en mí?…    Están confesando su inmadurez.
Entonces,

Lo que parece una decisión bien pensada se reduce a emoción de grupo: impresiones, reflejos condicionados, manipulación tendenciosa de los Medios de Comunicación.

Se vive en el instante, en la inmediatez, y muere así el proyecto de una existencia propiamente humana. Se opta por “divertirse y pasarlo bien”, sin pensar en el mañana.

La libertad “de”, devora a la libertad “para”. Pero una supuesta libertad que gira sobre el vacío o sí mismo, no tiene consistencia.

Muchos adolescentes buscan eternizar su adolescencia: siempre protestando, siempre cuestionando, pero sin optar por nada ni construir nada. ¿Miedo, comodidad? La anti-madurez como “estado ideal” de vida. Un profesor le decía a un adolecente quejoso:

“Tienes derecho a quejarte del mundo que te hemos dejado, a condición de que hagas algo para hacerlo mejor”.

¿Alguna explicación psico-sociológica?

En un mundo de horizontes cada vez más amplios, la persona tiene miedo de quedar “acuñada o atrapada” en una única opción. Se extiende cada vez más el abanico de posibilidades del proyecto humano, y se suceden con gran rapidez. Se hace psíquicamente más difícil el decidir.

Se ensancha también el campo de nuestras ignorancias, reconocidas o sospechadas, se ignora lo que será mañana el mundo a la velocidad que va, “Se abre paso el mayor descubrimiento de nuestro siglo: LA PERSONA”. (Maurice Zundel: “Diálogo con la verdad”, 1964).

¿Qué se espera de un joven-adulto? Un gesto de madurez: optar por el futuro, y decidirse a construirlo en cada presente; no porque se posea y comprenda todo perfectamente, sino porque es el tiempo de realización del proyecto humano.

¿Optar es detenerse?

Una opción correcta, nunca, nunca suprimirá el dinamismo de la fidelidad. La auténtica fidelidad es necesariamente dinámica, porque un gran “SI”  es seguido de muchos y pequeños “síes” diarios. Si se piensa que el adulto es un ser estable, que no crece, entonces un compromiso serio lo detendría; pero vivir es un desafío permanente: No se debe oponer fidelidad a creatividad.

La nueva generación tiene ante sí dos modelos: el modelo de orden y el de proyecto, que es el que predomina ahora. En el primer modelo, el rol  está ya definido: es como un molde al que hay que adaptase, y del cual la memoria es la primera virtud.

En el segundo modelo, el rol se re-define constantemente. En éste, la imaginación creadora es la primera virtud, sin desechar totalmente la primera.

Esto significa que la Fidelidad se va construyendo día a día por las respuestas correctas y coherentes que esa persona vaya dando a las diversas situaciones que se le presenten.

“La vida, en lo que encierra de más valioso, es un proceso o corriente en que nada hay fijo o estable”. (Carl Rogers: “Desarrollo de la persona, 1970)

Para el hombre de hoy, el pasado, aislado,  no le parece un medio para vivir adecuadamente el presente, y mucho menos preparar el futuro. La verdad de cada vida no se presenta detrás de ella sino delante, pues el hombre maduro se percibe como un ser inacabado.

En el mundo de las conciencias, cuando las acciones no tienen ya una última finalidad, el dinamismo vital tiende a girar sobre sí mismo: actuar por actuar.

Objeciones contra la fidelidad

Contra la fidelidad se preconiza la ética de la sinceridad: Se sobre-valoriza el instante más que la continuidad, la historia y el proyecto humano. Se canoniza la facultad de olvidar lo que se ha prometido; es una exaltación lineal del instante.

Se llega a decir que la fidelidad es la máscara del conformismo, la búsqueda de seguridad, falta de creatividad y capacidad de riesgo. Pero se ignora que una auténtica vocación mira siempre hacia  adelante.

“Tengo miedo a tomar la regia vía trivial bajo la apariencia de una fidelidad que no fuera sino una falta de valor: ir a lo más seguro, y no a lo más verdadero”. (Pierre Teilhard de Chardin a su amigo íntimo P. Auguste Valensin)
La fidelidad no es solo historia; es, sobre todo, “creatividad”, para no fallarle a cada generación. De lo contrario, sería  un museo, anclado en el pasado.
¿Qué es entonces, comprometerse?
Comprometerse es decidir ser fiel a alguien o a algo. Es una adhesión radical, una opción por la que una persona se obliga a sí misma, poniendo en juego “como prenda”, su propia persona. Se obliga a sí misma para el futuro.
El compromiso no es fruto de sólo sentimientos, sino de la apertura a alguien que trasciende a la persona y la atrae “apasionadamente”. No es pura pasividad: uno acepta comprometerse. Por tanto, no es algo que sucede o sucedió un día: está continuamente “haciéndose verdad” (veri-ficándose). Es un itinerario que descubrir y realizar constantemente.
Para que mis actos sean libremente míos, debo implicarme totalmente en ellos. De lo contrario, el personaje terminaría devorando en mí a la persona; la limitaría simplemente a desempeñar un papel.
El compromiso me salva de inautenticidad, de la alienación, de la comedia o la tragedia, por “estar sin ser” en el terrible cotidiano.
Lejos entonces de petrificar la libertad, el compromiso es su verdadera y única senda. Nos libera, además, de la dispersión, del libertinaje, de lo banal o accesorio, al concentrar nuestras energías en un valor fundamental capaz de unificar toda mi existencia.
La esperanza, camino y expresión de la fidelidad, será siempre un fruto que madura lentamente, que tiene sus tropiezos, que exige renuncias. Sin un mínimo de humildad existencial nadie puede pretender trillar este camino, difícil pero indispensable.
La fortaleza interior, otra condición de la fidelidad, será la voluntad de escoger siempre lo mejor, aunque sea costoso, y moverse en la dirección de una vida cada vez más auténtica y plena, superando los miedos, los fracasos, las presiones sociales, los riesgos, y hasta la misma muerte.
Esa fortaleza sólo puede surgir en un corazón sano y que busca o ya ha identificado un horizonte que le da sentido a sus opciones vitales. Ella la dará vida a quien la posea y
dirección a sus actos, aún en medio de los peligros. Es como si dijera: “Mi corazón marcha primero: por eso me es más fácil seguirlo”.

Conclusión

El tema no está agotado, pero es necesario concluir.
La fidelidad no es cuestión puramente intelectual: se vive en el compromiso diario y dentro de un esfuerzo permanente por crear actitudes y respuestas fieles. Vivir ya es un compromiso: conquistar la conciencia de que se vive, y hacerlo intensamente es conquistar la libertad.
El ser humano es sujeto: interioridad que debe abrirse y trascender el mundo. La naturaleza es nuestra cuna, pero el mundo es nuestra vocación y hasta nuestra obra, empezando por el mundo humano. “Somos una libertad en el mundo para el amor”.(Marcel Van Caster)
El amor es lo que concretamente nos puede hacer experimentar lo que implica ser libre, porque el amor no se amedrenta jamás ante el riesgo. El amor invita, llama, exige incluso.
La certeza del amor, razón final de la fidelidad, no es una demostración matemática; pero es certeza: Las “razones del corazón” de que hablaba Pascal. Escuchar la voz del amor para la libertad y la fidelidad, es escuchar una palabra salvadora, que se traduce tarde o temprano en un compromiso con quien se ama.
Si la fidelidad sugiere relación a un sentido y a una opción, su lógica consecuencia es la coherencia. Un hombre fiel no es más capricho ni molde: piensa y re-crea su fidelidad cada día. Integra los tres tiempos de su existencia: pasado, presente, futuro,.
El pasado lo recuerda para sacar experiencias y seguir avanzando.
El presente es el tiempo del compromiso concreto de cada día-
El futuro es el horizonte de sentido por el cual se comprometió “para toda la vida”.
La fidelidad viva es también fecunda: es como una fidelidad-madre que engendra muchas fidelidades-hijas en cada jornada.
La auténtica fidelidad no se guarda ni se esconde: se entrega, crea “cosas nuevas”, “todo lo renueva”, para usar términos evangélicos.
Para los creyentes, la fidelidad de Dios será siempre el principal argumento para no fallar a la propia vocación. Ante las infidelidades de su Pueblo, Dios permaneció fiel a su promesa.
La fidelidad de Dios no depende de la fidelidad del ser humano: es gratuita y total. Si comprometerse es arriesgarse con alguien o por alguien, sorprende que Dios haya aceptado hacerlo con un compañero tan frágil y quebradizo como lo es el ser humano.
La fidelidad entre los cristianos tiene un nombre: Jesús, y un signo: el amor.”.
El concepto bíblico de Dios por excelencia se resume en tres palabras: “DIOS ES FIEL”. Con ellas concluyo estas modestas reflexiones.

 

Entrada publicada originalmente el 10 de Septiembre del 2010.

06
May/13
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Una respuesta en “ ¡Fidelidad!”

Ma Luisa G
Nov 2, 2010
22:07 pm

Para mi la fidelidad en un matrimonio es una gracia que DIOS le da a toda pareja, obtiene el Sacramento por la iglesia y muchas veces en violentado por el hombre y tambien por la mujer,porque no tienen pendiente el respeto y la palabra empeñada ante DIOS

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