Educación Para La Justicia

Escrito por Hno. Alfredo Morales en Hno. Alfredo Morales, Reflexiones para Educadores

Es preciso que las cosas cambien…Es necesario que los pobres de todo tipo RECUPEREN LA ESPERANZA”. (Juan Pablo II, Haití, 8 de marzo de 1983)
La palabra JUSTICIA es uno de los vocablos más cargados de connotación y carga afectiva en la conciencia del ser humano contemporáneo, que no parece poder resistir más el peso agobiante del mundo actual, des-ordenado y des-humanizado.
Esa palabra pasa a ser así, de un simple vocablo, a un clamor dramático y a una aspiración fundamental; y – por lo mismo – se convierte en una tarea prioritaria y una misión colectiva indeclinable.
¿Cómo puede un proyecto educativo actual integrarse a este movimiento mundial en pro de la justicia? A este desafío, intenta este tema ayudar a aportar  soluciones eficaces.

Reconocemos que el tema es austero, que requerirá motivaciones profundas para desentrañarle toda su magnitud, y razones suficientes para que se pueda integrar en los proyectos educativos de las Instituciones docentes, comenzando por la conciencia del educador, educadora, y también de los padres de familia.

La Justicia

Es definida como “la virtud moral que hacer dar a cada cual lo que le es debido”.
Con ello se afirma que TODOS LOS SERES HUMANOS TIENEN DERECHO A TENER PARTE EN LOS BIENES DE LA TIERRA.

Esta noción moral de justicia va mucho más allá de lo que el sistema jurídico de un país, incluido su sistema judicial, pudiera sustentar: hacer cumplir la Ley, porque implica darle a cada cual lo que le corresponde, aún cuando no haya sido fijado por la costumbre o la ley. Se refiere, pues, a los derechos inherentes a toda persona humana. Por esta razón los moralistas cristianos han opinado siempre que “la justicia es exigible por la fuerza” cuando no queda otra alternativa.

Así entendida, la JUSTICIA pasa a ser el principio básico que debe regir las relaciones de los seres humanos entre sí.

Para los lectores asiduos de la Biblia, les será fácil comprender que a este sentido moral fundamental se añade, en los creyentes, un sentido religioso específico: cumplir íntegramente con los deberes derivados del acatamiento de la voluntad de Dios. Su contenido bíblico podría ser: sabiduría y bondad. En este contexto bíblico, el justo es el “servidor irreprochable, el amigo de Dios”. (Ez 18, 5 – 26)

En el Antiguo Testamento, los Profetas insistieron reiteradamente en la “práctica del derecho y de la justicia” (Oseas 10,12; Jeremías 22,23); denunciaron vigorosamente la injusticia (Isaías 5, 7-23), e hicieron tomar conciencia al pueblo israelita de la dimensión moral y religiosa de la injusticia: lo que aparecía como una violación de las leyes y costumbres judías era en realidad un ultraje a la santidad de un Dios personal.
(Cf  Prov 17,15; 20,7; 21,3)

La idea de JUSTICIA en el mensaje de Jesús.

En su predicación, Jesús continuó la doble tradición judía al hablar de justicia: justicia-santidad, y justicia-relaciones humanas. (El Reino de Dios)

En su solemne proclamación de la Buena Noticia, declara: “Felices los que tienen hambre y sed de JUSTICIA, porque ellos serán saciados” (Mt 5,6).

Pero Jesús añade un elemento fundamental en la práctica de la Justicia: EL AMOR.

Significa que en la vida cotidiana, la caridad no se preocupará tanto por cuáles son los límites estrictos a que obliga el derecho ajeno, cuanto a las necesidades del prójimo, y ayudará incluso a quien ha perdido el derecho a ella, a ejemplo de Dios “que hace salir el sol sobre buenos y malos, y manda su lluvia sobre justos y pecadores”.

Como si fuera poco,  la caridad estará siempre dispuesta a renunciar a sus propios derechos a favor del prójimo: “Nadie tiene amor más grande  que el que da la vida por los que ama”, sean buenos o malos.

Así lo entendió y lo vivió la primitiva comunidad cristiana: “Todos los creyentes vivían unidos, y tenían todo en común. Vendían sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno”. (Hch 2,44; 4,32-55) . Para mayor información sobre este tema, leer: Pedro: 3,14; 1 Jn  4-20; 2,9-11 ; y 3,14-18.

Los llamados “Padres de la Iglesia” ( s. II al IX  d.C.) que crearon las primeras síntesis teológicas y espirituales del cristianismo, pero además, reaccionaron con severidad y sin compromiso ante las injusticias que constataron en su tiempo, amparados por un Principio que constituye la base para una justicia socio-económica de todos los tiempos: “el propósito universal de todas las cosas creadas”, el cual sostiene que las posesiones materiales son esencialmente propiedad común, pertenecientes a todos. Plantearon la SOLIDARIDAD CRISTIANA, regida por principios audaces:

  1. No somos dueños, sino administradores de los bienes de la creación.
  2. Todos los bienes de la creación son para todos los seres humanos.
  3. Todos los seres humanos son básicamente iguales y están llamados a vivir en comunidad.
  4. La propiedad privada, sin solidaridad ni respeto por el destino universal de todos los bienes para todas las personas, es fuente de egoísmos, divisiones y explotación.

Muchos Documentos recientes de la Iglesia Católica han vuelto a tocar el tema de la Justicia. Para no extender demasiado este trabajo, nos limitamos a citarlos, invitando al lector interesado, a buscarlos y leerlos con detenimiento.

  • El Papa León XIII publicó en 1891 su célebre Encíclica sobre “Las condiciones de la clase trabajadora”. (Rerum Novarum)
  • El Papa Pío XI publicó en 1931 un documento sobre la “reconstrucción social”. (Quadragesimo Anno)
  • El Papa Juan XXIII escribió en 1961 su famosa Encíclica “Mater et Magistra”, sobre el desarrollo de la cuestión social a la luz de la doctrina cristiana.  En 1963 escribió una segunda Encíclica “sobre la paz entre los pueblos, que ha  de  fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad”. (Pacem in terris)
  • El Concilio Vaticano II (1962-1965) publicó el documento “Gaudium et Spes: Constitución pastoral de la Iglesia en el mundo de hoy”.
  • El Papa Pablo VI escribió una Encíclica sobre la “Necesidad de promover el desarrollo de los pueblos”. (Populorum progressio, en 1967).
  • En 1971, el Sínodo de Obispos, reunido en Roma, produjo un Documento: “La Justicia en el Mundo”.
  • El Papa Juan Pablo II, en 1981 escribió una Encíclica sobre el mundo del Trabajo: “Laborem exercens”.

No resisto a la tentación de publicar algunas de las afirmaciones de este Papa, en su histórica visita a la República Dominicana, donde – en la Plaza de la Independencia – dijo el 25 de enero de 1979:

“Hacer este mundo más justo significa, entre otras cosas, esforzarse porque no haya niños sin nutrición suficiente, sin educación, sin instrucción; que no haya jóvenes sin la preparación conveniente; que no haya campesinos sin tierra para vivir y desenvolverse dignamente; que no haya trabajadores maltratados ni disminuidos en sus derechos, que no haya sistemas que permitan la explotación del hombre por el hombre o por el Estado; que no haya corrupción; que no haya a quien le sobra mucho, mientras a otros sin culpa les falta todo; que no haya tanta familia mal constituida, rota, desunida, insuficientemente atendida; que no haya injusticia y desigualdad al impartir la justicia; que no haya nadie sin emparo de la ley, y que la ley ampare a todos por igual; que no prevalezca la fuerza sobre la  verdad y el derecho; y que no prevalezca jamás lo económico ni lo político sobre lo humano”.

Invitamos al lector a tomar esta valiosa cita como referencia comparativa con la realidad que vivimos.

Terminamos esta larga Introducción con otra cita emblemática  de Juan Pablo II:
Que la fe cristiana se manifieste en actitudes prácticas bien definidas, sobre todo hacia los más pobres, débiles y humildes de sus hermanos.  Esa fe, debe llegar a la justicia y a la paz. No más divorcio entre fe y vida. Si aceptamos a Cristo, realicemos las obras de Cristo: tratémonos como hermanos, y marchemos por los caminos del Evangelio”. (Guatemala, 7 de marzo de 1983)

Educación para la Justicia

¿Cómo traducir toda esta doctrina sobre la Justicia en un Proyecto educativo viable?
Este es el desafío que vamos a intentar descifrar para poder llegar a conclusiones prácticas en la vida diaria de las Instituciones educativas interesadas en integrar este Valor fundamental en su proyecto institucional.

Podríamos sintetizar en tres palabras claves este proceso: INFORMARSE,  FORMARSE, COMPROMETERSE, tanto para el educador, educadora, como para los estudiantes y todo el personal relacionado con la Institución. A partir de este tríptico-guía, cada Institución pudiera ir diseñando su peculiar metodología para lograr estos ejes fundamentales en la creación de la adopción del Valor JUSTICIA,  en la vida de los que la componen.

1. El educador, educadora, padre y madre de familia:

a.  Informarse:Leer documentos serios que traten este tema. Asistir a charlas que organice la propia Institución educativa u otras Instituciones  sobre este tema. Prestar atención a hombres y mujeres contemporáneos que están dando al mundo ejemplo y hasta testimonios heroicos de la vivencia de este Valor de la Jusicia. Reflexionar sobre los propios prejuicios que le impedirían abrir su mente y su corazón a esta realidad desgarradora de la actual injusticia del mundo a todos los niveles. Salir a la calle, a ver y a escuchar el grito de los pobres y marginados…

b. Formarse: Aceptar la realidad del poco o nulo conocimiento que se tenga  sobre este tema, y buscar un medio nutricio sistemático, ya sea personal o grupal, que le aporte datos, motivaciones, razones para cambiar de actitud mental y emocional con respecto al tema de la Justicia. Convertirse en un autodidacta, destinando momentos de su vida a profundizar la temática de la Justicia en el mundo de hoy, mediante lecturas personales profundas y sistemáticas, apoyado siempre en documentos serios, no panfletarios ni superficiales.

c. Comprometerse: Lograr un razonable equilibrio entre la formación que impartirá a sus alumnos y las experiencias concretas, personales y con sus estudiantes, que realizará adoptando espacios sociales donde se pueda ejercitar y apoyar la Justicia: áreas pobres de las ciudades, sectores marginados, hospitales, niños abandonados, etc. etc.

Como este proceso de concientización y compromiso se estará dando simultáneamente en los profesores y los estudiantes, el educador, educadora o padre de familia que sea responsable de este proceso deberá vincularlos con vivencias posibles y educativas, y acompañarlos, para luego evaluar los resultados, retro-alimentarse, mejorar las respuestas, etc. Todo un proceso paralelo y equilibrado entre los conceptos y las vivencias.  Y aquí entra ya el tema de la responsabilidad de la Institución como tal.

2. La Institución educativa, el hogar:

La Institución educativa es el primer lugar donde debe reinar la Justicia, donde los y las estudiantes y todo el personal que la integra encontrará disposiciones ordenadas sin ambigüedades a traducir la justicia en las relaciones entre los educadores, los estudiantes, y- en general – entre todos los que conforman la comunidad educativa: padres, personal administrativo y de apoyo, empleados, etc.

Este testimonio constituirá una forma de impregnación constante de un espíritu de justicia y amor en el diario quehacer educativo que hará  que se identifique a la Institución educativa – y el hogar – como un espacio  y signo de la posibilidad de vivir la promoción de la justicia en la cotidianidad. De esta forma, sin ruidos, día a día, se comprobará que la Institución educativa – escuela u hogar – claramente ha hecho una real  opción por la Justicia, especialmente para con  los pobres y los oprimidos.

Pero hay algo más importante: al ofrecer la Institución educativa, el hogar, un “modelo diferente” de organización armónica de la convivencia humana, impregnada de justicia y de amor, ayudará a sus miembros – estudiantes, hijos – a adoptar como opción de vida, un Valor, una actitud a la vez crítica y constructiva  respecto a la sociedad en que tendrán que vivir. Porque no bastará con formar hombres y mujeres justos: tendrán que tomar opciones ante las estructuras injustas de la sociedad en que van a vivir, para liberarla de las desviaciones que hacen de ella un instrumento de opresión. De este modo la formación recibida pasará a ser, de una opción de la Institución, a una opción de vida del educando: Un Valor permanente.

Por eso,  es deber de toda Institución educativa seria, evaluar su modelo educativo actual, para llevarlo a través de una progresiva transformación hacia esta meta ideal, mediante la definición de objetivos, metodologías, uso de recursos pedagógicos, etc. coherentes con la finalidad que se pretende lograr.
“La decisión y el compromiso por la JUSTICIA modifican y afectan sustancialmente el Proyecto Educativo de las Instituciones educativas. En efecto, no se trata de añadir uno más a los ya recargados contenidos de la escuela, sino encaminarlos hacia el logro del objetivo Justicia…
Los objetivos de la educación para la Justicia no pueden ser sobre-añadidos a los objetivos del Proyecto educativo. Son ellos los que deben ser revisados a la luz de la decisión a favor de la Justicia. No se trata de incorporar un sector especial en el proceso formativo, sino de ordenar todo el curriculum en función de la educación para la Justicia”.
(Documento de trabajo de la  XIII CIEC)

Metodologías de iniciación a la educación para la Justicia.

1. Sensibilizar al educando ante el medio que lo rodea: físico y humano:

  • Propiciando el contacto real y directo con dicho medio.
  • Desarrollando en el educando el hábito y la capacidad de observar, mirar, admirar, contemplar y preguntar.
  • Favoreciendo su encuentro y diálogo con otras personas y medios sociales, para que vaya ampliando progresivamente su percepción de la realidad en sus variadas expresiones.
  • Invitándolo a percibir la naturaleza como un don de Dios.
  • Haciéndole comprender que toda actividad humana es parte del proceso continuo de la Creación.

2. Invitar al educando a desarrollar la capacidad de tener relaciones de armonía y y justicia con su medio:

  • Inculcándole el sentido de respeto por la creación, y muy en particular con todo ser humano.
  • Brindándole posibilidades concretas de tomar conciencia de los principales problemas ecológicos: deforestación, contaminación ambiental, destrucción de la naturaleza, etc.
  • Enseñándole a usar con moderación y solidaridad los bienes que tiene: alimentación, ropa, libros, etc.

3. Hacer surgir en el educando el sentido y la capacidad de tolerancia, convivencia y solidaridad con los demás:

  • Ayudándolo a percibirse como parte integrante de diversas comunidades humanas: familia, vecinos, escuela, ciudad, nación.
  • Estimulándolo a desarrollar actitudes de disponibilidad y servicio, especialmente con los más pobres, con los que sufren más.
  • Desarrollando en él la capacidad de convivir con personas de otro sexo, raza, ideas, condición social, etc.
  • Ayudándolo a descubrir, valorizar y utilizar correctamente los instrumentos de la comunicación humana: lenguaje, expresión corporal, danza, baila, música, etc.

4. Desarrollar en el educando la capacidad de compartir sus bienes materiales, culturales y espirituales:

  • Ayudándolo a superar los meros motivos sentimentales en sus relaciones  con los demás, y estimulándolo a descubrir los valores morales latentes o explícitos en esas relaciones: solidaridad, justicia, amor, entrega, etc.
  • Iniciándole poco a poco en el pensamiento de Jesús acerca del compartir, como exigencia fundamental del cristiano.
  • Suministrándole amplia información sobre las variadas formas y expresiones concretas del compartir cristiano.
  • Brindándole oportunidades concretas para poner por obra ese don de él mismo al servicio de los demás.
  • Insistiendo en el destino final, común y participativo de los bienes de la humanidad: tierra, aire, bosques, cultura, etc.

5. Presentar la persona y el mensaje de Jesús como el ideal de los cristianos en la implantación de la justicia y el amor en la sociedad humana.

  • Dándole al educando información sobre la vida y los hechos de Jesús.
  • Inculcándole el mensaje de Jesús con respecto a la justicia, y el amor a los pobres.
  • Brindándole la oportunidad de ejercitar esos valores evangélicos a través de proyectos adaptados a su edad y madurez.
  • Haciéndole comprender que el cristiano verdadero es un luchador por la justicia y por los Derechos de la persona humana.
  • Narrándole la vida de cristianos ejemplares que han luchado y aún muerto por la justicia.

Con respecto a la comunidad educativa:

1. Estimular a sus miembros a cumplir una función sanamente crítica y profética:

  • Aceptando toda denuncia real de injusticia en la propia Institución.
  • Solidarizándose con las necesidades de los menos atendidos por el propio sistema educativo, y con los más pobres en todo sentido.
  • Favoreciendo la creación de grupos y proyectos que realicen esa doble función.
  • Colaborando con otros grupos e Instituciones que se propongan fines similares.

2. Brindar a los miembros de la comunidad educativa la posibilidad real de comprender y asumir las exigencias prácticas de la justicia.

  • Abriendo la Institución educativa a la realidad local, para que llegue hasta ella el  “grito de los oprimidos” y contemple “el rostro de los pobres”.
  • Favoreciendo su participación en proyectos que promuevan la justicia, vengan de donde vengan; y comprometiendo en ellos al mayor número posible de integrantes.

3. Adaptar constantemente las metodologías de la Institución a partir de la experiencia que le vaya aportando su acción en pro de la justicia.

  • Manteniendo un diálogo permanente con las personas y grupos involucrados en proyectos de promoción de la justicia.
  • Favoreciendo y respetando la expresión crítica de los integrantes de la comunidad.
  • Celebrando periódicamente jornadas de evaluación sobre “el estado de justicia”de la Institución.

Conclusión

Confiamos en que lo que aquí hemos presentado ayude al lector a iniciarse o proseguir por “los caminos del amor y la justicia” y a transitarlos con paso firme y generoso hacia una meta hermosa que ya tiene nombre entre los creyentes, y que es del Papa  Paulo VI: “LA CIVILIZACION DEL AMOR”.

A falta de una definición que la describa adecuadamente y que satisfaga a todos,
recurro a la maravillosa descripción profética que de ella parece hacer el Libro del  Apocalipsis:

“Vi un cielo nuevo y una nueva tierra…
Oí una voz que clamaba:
“Esta es la morada de Dios entre los hombres;
ellos serán su pueblo, y El mismo será Dios-con-ellos.
Enjugará toda lágrima de sus ojos,
y  ya no existirá ni muerte, ni duelo,
ni gemidos, ni penas,
porque TODO LO ANTERIOR HA PASADO”.

(Apoc 1- 4)

 

Nota: Artículo publicado originalmente el 11 de  mayo del 20120

21
May/13
0

Escriba aquí sus comentarios

Nos reservamos el derecho de publicar y/o editar los comentarios recibidos.

© F@roMundi 2009. Todos los derechos reservados.
Desarrollado por iNTERMADE Web Creations

Website Malware Scan