Los Educadores Tenemos que “Llegar a Tiempo” a la Juventud de Hoy.

Escrito por Hno. Alfredo Morales en Filosofía Educativa, Hno. Alfredo Morales
Estas reflexiones quieren ser un mensaje de esperanza para los educadores y educadoras de hoy.
La primera década del siglo XXI se ha caracterizado, entre otras cosas, por la confusión y hasta la pérdida de valores y referencias que sustentaron a las generaciones anteriores. Parece como si la persona humana hubiera modificado la imagen que tiene de sí misma, y tenga ahora otro proyecto humano o humanizador.
Esa crisis se sustenta y expresa en un lenguaje hablado y mediático confuso:  cada información parece tener un meta-mensaje, una segunda intención que no se quiere explicitar pero que en realidad se insinúa, y que de hecho captan las conciencias menos formadas: los niños, los jóvenes, y las personas adultas con poca o ninguna formación cultural o ética.
La actual crisis no es solamente moral o espiritual: ya es una crisis antropológica. Toda la persona humana queda cuestionada: su cuerpo, su mente, sus valores de vida, su dimensión comunitaria y solidaria, su espiritualidad. Parece predominar la obsesión por lo efímero, por lo inmediato y a corto plazo; por eso impera el “ahora”, no el mañana; y se le teme a los proyectos a largo plazo, incluso para toda la vida. Se busca vivir con la menor involución posible de compromisos permanentes…
Y yo me pregunto: ¿Entonces estaban equivocados los Padres de la Patria, cuando creyeron que a largo plazo triunfarían sus sueños, aunque ellos no los vieran completamente realizados? Lo que a los ojos de los miopes históricos era una locura, resultó al final una hermosa realidad: una Patria libre y soberana. Por eso hay que preguntarle a los jóvenes de hoy: ¿Te atreverías a dar un  “Sí”, si un nuevo Duarte se te acercara y te pidiera que te comprometieras con tu vida a su hermoso proyecto?
Pero los educadores, hoy, nos encontramos con testimonios desconcertantes. Un adolescente me ha enviado un poema, escrito a mano, cuyo título lo decía todo: Tengo 14 años, estoy solo y pido ayuda…”

En otra ocasión me encontré con un joven, sentado en la barandilla del 3r. piso del Colegio, con la mirada en el vacío. Le pregunté en qué pensaba y me dio esta sorprendente sorpresa: “Hace 16 años que llevo un nombre, no sé a quién pertenece ni sé como averiguarlo”.
Así de confundidos andan miles de jóvenes hoy en día. El Mtro. Rafael Solano, prestigioso músico dominicano, compuso hace años una hermosa canción que comenzaba con este significativo mensaje:
“Tú tienes una cara bonita, pero tienes el alma vacía; sin saber adónde vas, estás como muerto en vida”.
Lo que ocurre es que ante la multiplicidad de estímulos de todo calibre moral, enviados por la mediática moderna, más de un joven se pregunta: ¿Quién nos estará diciendo la verdad?
¿Qué hacer, entonces?
Ante todo, tomar conciencia de la magnitud de la crisis de valores éticos, humanos, y morales (crisis antropológica) que sacude a la generación que sube, y que exige a los educadores, la generación que les precede, pasar de las meras palabras a hechos y testimonios concretos en el sentido de la dirección correcta. Un autor afirma que “Hay que crear caminos posibles para las nuevas generaciones”. (P. Luis A. González Diez)
Educador, educadora de hoy: No gastes tu precioso tiempo educativo criticando a tus alumnos y alumnas, intenta comprenderlos, conquista su corazón con tu testimonio y tu disponibilidad para con ellos, y vas a presenciar reacciones formidables y positivas de parte de tus educandos, que nunca ocurrirían desde una posición de juez implacable.
Comprenderlos significa llegar hasta ellos y, en silencio, comenzar por escucharlos. Un biógrafo del siglo XVII afirmaba: “Cuando se llega hasta el corazón de un joven, se puede lograr todo lo bueno que se quiera de él” (J.B.Blain) Pero los jóvenes de hoy no le entregan su corazón a cualquiera. En cierto sentido hay que “merecerlo”. Si logras esto, con humildad podrán resonar en su joven corazón, palabras de vida y de esperanza, porque creerá en ti, y abrirá su corazón de par en par. Por “larga distancia”, ningún educador podrá conectar con lo más íntimo del corazón de un joven de hoy.
Será una labor lenta y coherente, con experiencias de avance y de retroceso; habrá momentos de cansancio porque no llegan las respuestas deseadas a la velocidad que el adulto quisiera. Pero
¿quién te dijo, educador, que es fácil acompañar a un joven, hoy, hasta la verdad y el auténtico amor? ¿No te das cuenta de la cantidad de piedras que entorpecen su camino , y el mundo de falsas alternativas que la sociedad actual le ha hecho vivir en la insanidad moral, lo ficticio, la frivolidad, cuando no en el lodo de los vicios y los malos hábitos?
Pongamos un ejemplo:  Si la sociedad actual está enferma de inequidad, desigualdad social, ambición de dinero y de poder, serán entonces bienvenidos los testimonios tuyos de iniciativas concretas para promover la justicia, la convivencia, el aprender a compartir y a convivir con los demás, especialmente los más pobres.
En el proceso, con humildad y sin protagonismos de tu parte, lo que se haga se convertirá en hechos portadores de esperanza. Así, los jóvenes irán abriendo los ojos del corazón, percibirán la realidad, mejorarán sus percepciones, actitudes y criterios, y serán capaces, en su adultez, de tomar decisiones en la correcta dirección de la justicia. Para los creyentes, desde su fe, esto es darle visibilidad al proyecto de la fraternidad evangélica universal: “Todos somos hermanos”.

Conclusión

En el acto educativo, como en el acto de sembrar, hay un triple acto de fe: el sembrador cree en él mismo y en la validez de lo que está haciendo;  cree en la semilla buena que ha elegido, y sabe que hay en ella un germen de vida en esperanza; finalmente, cree en la tierra que ha labrado, ha abonado, y preparado para recibir la simiente.
Exactamente lo mismo ocurre , debe ocurrir, en el alma del educador, educadora de hoy: Cree en él mismo y en la validez de su vivencia como educador; cree que su oferta de valores de vida es válida e importante para la generación de hoy; y cree también que esa juventud inquieta y con reacciones imprevisibles, lleva dentro una vocación de unidad, de sentido y de amor, cuando logre superar sus crisis de crecimiento, y sea capaz de orientar su vida hacia lo duradero y válido.
Solo con esta fe y esta esperanza, es posible ser educador , educadora, hoy.
El pan es importante, la libertad es más importante. Pero lo más importante
Es la FIDELIDAD CONSTANTE  y la adoración jamás traicionada”.
(P. Alfred Delp, s.j. ejecutado por los nazis)

Estas reflexiones quieren ser un mensaje de esperanza para los educadores y educadoras de hoy.                                                                                                                                                                                                   La primera década del siglo XXI se ha caracterizado, entre otras cosas, por la confusión y hasta la pérdida de Valores y referencias que sustentaron a las generaciones anteriores. Parece como si la persona humana hubiera modificado la imagen que tiene de sí misma, y tenga ahora otro proyecto humano o humanizador. Esa crisis se sustenta y expresa en un lenguaje hablado y mediático confuso: cada información parece tener un meta-mensaje, una segunda intención que no se quiere explicitar pero que en realidad se insinúa, y que de hecho captan las conciencias menos formadas: los niños, los jóvenes, y las personas adultas con poca o ninguna formación cultural o ética.La actual crisis no es solamente moral o espiritual: ya es una crisis antropológica. Toda la persona humana queda cuestionada: su cuerpo, su mente, sus valores de vida, su dimensión comunitaria y solidaria, su espiritualidad. Parece predominar la obsesión por lo efímero, por lo inmediato y a corto plazo; por eso impera el “ahora”, no el mañana; y se le teme a los proyectos a largo plazo, incluso para toda la vida. Se busca vivir con la menor involución posible de compromisos permanentes…
Y yo me pregunto: ¿Entonces estaban equivocados los Padres de la Patria, cuando creyeron que a largo plazo triunfarían sus sueños, aunque ellos no los vieran completamente realizados? Lo que a los ojos de los miopes históricos era una locura, resultó al final una hermosa realidad: una Patria libre y soberana. Por eso hay que preguntarle a los jóvenes de hoy: ¿Te atreverías a dar un  “Sí”, si un nuevo Duarte se te acercara y te pidiera que te comprometieras con tu vida a su hermoso proyecto?
Pero los educadores, hoy, nos encontramos con testimonios desconcertantes. Un adolescente me ha enviado un poema, escrito a mano, cuyo título lo decía todo: “TENGO 14 AÑOS, ESTOY SOLO Y PIDO AYUDA…”
En otra ocasión me encontré con un joven, sentado en la barandilla del 3r. piso del Colegio, con la mirada en el vacío. Le pregunté en qué pensaba y me dio esta sorprendente sorpresa: “HACE 16 AÑOS QUE LLEVO UN NOMBRE, NO SE A QUIEN PERTENECE NI SE COMO AVERGUARLO”.
Así de confundidos andan miles de jóvenes hoy en día. El Mtro. Rafael Solano, prestigioso músico dominicano, compuso hace años una hermosa canción que comenzaba con este significativo mensaje:                                                                                                                                                                 2 “Tú tienes una cara bonita, pero tienes el alma vacía; sin saber adónde vas, estás como muerte en vida”.
Lo que ocurre es que ante la multiplicidad de estímulos de todo calibre moral, enviados por la mediática moderna, más de un joven se pregunta: ¿Quién nos estará diciendo la verdad?                                                                 ¿Qué hacer, entonces?Ante todo, tomar conciencia de la magnitud de la crisis de valores éticos, humanos, y morales (crisis antropológica) que sacude a la generación que sube, y que exige a los educadores, la generación que les precede, pasar de las meras palabras a hechos y testimonios concretos en el sentido de la dirección correcta. Un autor afirma que “Hay que crear caminos posibles para las nuevas generaciones”. (P. Luis A. González Diez)
Educador, educadora de hoy: No gastes tu precioso tiempo educativo criticando a tus alumnos y alumnas, intenta comprenderlos, conquista su corazón con tu testimonio y tu disponibilidad para con ellos, y vas a presenciar reacciones formidables y positivas de parte de tus educandos, que nunca ocurrirían desde una posición de juez implacable.
Comprenderlos significa llegar hasta ellos y, en silencio, comenzar por escucharlos. Un biógrafo del siglo XVII afirmaba: “Cuando se llega hasta el corazón de un joven, se puede lograr todo lo bueno que se quiera de él” (J.B.Blain)  Pero los jóvenes de hoy no le entregan su corazón a cualquiera. En cierto sentido hay que “merecerlo”. Si logras esto, con humildad podrán resonar en su joven corazón, palabras de vida y de esperanza, porque creerá en ti, y abrirá su corazón de par en par. Por “larga distancia”, ningún educador podrá conectar con lo más íntimo del corazón de un joven de hoy.
Será una labor lenta y coherente, con experiencias de avance y de retroceso; habrá momentos de cansancio porque no llegan las respuestas deseadas a la velocidad que el adulto quisiera. Pero¿quién te dijo, educador, que es fácil acompañar a un joven, hoy, hasta la verdad y el auténtico amor? ¿No te das cuenta de la cantidad de piedras que entorpecen su camino , y el mundo de falsas alternativas que la sociedad actual le ha hecho vivir en la insanidad moral, lo ficticio, la frivolidad, cuando no en el lodo de los vicios y los malos hábitos?
Pongamos un ejemplo: Si la sociedad actual está enferma de inequidad, desigualdad social, ambición de dinero y de poder, serán entonces bienvenidos los testimonios tuyos de iniciativas concretas para promover la justicia, la convivencia, el aprender a compartir y a convivir con los demás, especialmente los más pobres.
En el proceso, con humildad y sin protagonismos de tu parte, lo que se haga se convertirá en hechos portadores de esperanza. Así, los jóvenes irán abriendo los ojos del corazón, percibirán la realidad, mejorarán sus percepciones, actitudes y criterios, y serán capaces, en su adultez, de tomar decisiones en la correcta dirección de la justicia. Para los creyentes, desde su fe, esto es darle visibilidad al proyecto de la fraternidad evangélica universal: “Todos somos hermanos”.
3Conclusión
En el acto educativo, como en el acto de sembrar, hay un triple acto de fe: el sembrador cree en él mismo y en la validez de lo que está haciendo;  cree en la semilla buena que ha elegido, y sabe que hay en ella un germen de vida en esperanza; finalmente, cree en la tierra que ha labrado, ha abonado, y preparado para recibir la simiente.
Exactamente lo mismo ocurre , debe ocurrir, en el alma del educador, educadora de hoy: Cree en él mismo y en la validez de su vivencia como educador; cree que su oferta de valores de vida es válida e importante para la generación de hoy; y cree también que esa juventud inquieta y con reacciones imprevisibles, lleva dentro una vocación de unidad, de sentido y de amor, cuando logre superar sus crisis de crecimiento, y sea capaz de orientar su vida hacia lo duradero y válido.Solo con esta fe y esta esperanza, es posible ser educador , educadora, hoy.
“El pan es importante, la libertad es más importante. Pero lo más importanteEs la FIDELIDAD CONSTANTE  y la adoración jamás traicionada”.
(P. Alfred Delp, s.j. ejecutado por los nazis)

 

Publicado originalmente el 13-02-2010

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