Educador, ¿Para quién eres educador?

Escrito por Hno. Alfredo Morales en Hno. Alfredo Morales, Reflexiones para Educadores

school-clipart-circleSupuesta la vocación educativa a la vez como opción de vida y opción profesional, toca ahora a ese educador hacerse preguntas fundamentales, porque

“La identidad es una realidad compleja, que comprende un elemento personal y otro social. Cuando un individuo se pregunta ¿quién soy? debe tener en cuenta, no sólo lo que él percibe de sí mismo, sino también lo que los otros perciben de él.

Al definir y precisar el tipo de educación que deseamos realizar, urge pensar en Las características del educador requeridas para llevar a cabo tales propósitos. Para  atender el imperativo de orientar y realizar el proceso de cambio social reclamado por el mundo actual, será indispensable pensar en un maestro formado dentro de los  principios axiológicos de un universo cultura y ético distinto al actual, porque de no ser así difícilmente llegaría a comprender la obligación ineludible que tiene de converse en factor de primerísimo importancia en el impulso y promoción de todo cambio social”. (Eduardo Rivas Casado, Revista “Educación”, nos. 66-67, OEA, 1974)

Para darle respaldo al educador , educadora, que lea este tema, vamos a transcribirle, en forma resumida, el perfil deseable para un educador de hoy. Para ello nos referiremos al perfil ofrecido por el Movimiento internacional Fe y Alegría, al que añadiremos algunas reflexiones y comentarios propios.

“Toda acción educativa de calidad debería buscar la formación integral y multidimensional de la persona, entendiendo aquella como la que le permita vivir en plenitud, y responsabilizarse de su propia transformación y la de su entorno.

Desde este punto de vista, entendemos que esos educadores de calidad deben tener las siguientes competencias:

–    Persona en superación continua y con un crecimiento persona y profesional permanente. No vivirán “ de lo que ya saben” sino que se nutrirán a diario, como todo ser humano, tanto en los aspectos conceptuales como en las experiencia que suscita la cotidianidad educativa; y, sobre todo, de lo que expresan, con hechos y palabras, sus propios alumnos.

–    Persona que muestra coherencia entre lo que dice y lo que hace, manifestando vocación de servicio, valores y actitudes positivas para el desarrollo de una auténtica comunidad educativa.

–    Persona atenta a la realidad de su entorno, su cultura, su historia, y que promueve en sus educandos la lectura crítica de la realidad, promoviendo el respeto mutuo.

–    Persona que reconoce y asume sus carencias como retos para una mejoría constante de su ejecutoria docente.

–    Persona que por su forma de ser y de relacionarse con sus educandos, crea un clima de confianza y seguridad entre ella y sus alumnos, así como con las familias de sus alumnos y los miembros de su comunidad educativa.

–    Persona capaz de crear y animar ambientes educativos y experiencias significativas de participación y aprendizaje.

–    Persona que entiende y acepta las diferencias, y promueve el desarrollo de un espíritu crítico constructivo, participativo y de tolerancia.

–    Persona capaz de promover estrategias y metodologías creativas, orientadas a la construcción de un mundo mejor, más justo y fraterno.

Conclusión: El auténtico educador, educadora de hoy: profeta.

“La única forma de hacer posible aquello que actualmente es imposible, es anunciarlo precisamente en una hora en que todavía aparece como imposible”. (L. Kolakowsky)

En grados diversos y bajo diversas formas, las grandes religiones de la antigüedad tuvieron hombres y mujeres inspirados, que afirmaron hablar en nombre de Dios, o de poderes superiores. Ellos y ellas se dedicaron a anunciar la luz en medio de la noche, y a señalar caminos de esperanza en medio de vivencias de desesperación.

Etimológicamente, el vocablo “profeta” contiene dos elementos que se complementan: “el que ha sido llamado” y “el que anuncia”.

El profeta es, pues, un mensajero (enviado) y un intérprete: revela significaciones especiales que no percibe la generalidad de sus contemporáneos. En los profetas, no solo hablan sus palabras sino también y sobre todo su vida: sus acciones son su mayor signo profético.

Generalmente, los profetas se han dirigido a pueblos, a comunidades humanas más que a personas particulares; el contenido de su mensaje cubría tanto el pasado como el presente y sobre todo el futuro, anunciado significaciones a hechos ocurridos o por ocurrir.

Han sido muy diversas las reacciones ante los mensajes de los profetas: en algunos casos fueron escuchados, pero casi siempre , porque molestan con lo que anuncian, han sido rechazados cuando no incomprendidos, y hasta han sido asesinados por cuestionar el “status quo”, lo que siempre se ha hecho. ¡Ay de la sociedad que no tiene profetas, o los desprecia, los persigue o los elimina!

El profetismo auténtico es por eso una vocación arriesgada, pero ha cumplido en la Historia de los pueblos funciones vitales: han anunciado la luz en medio de la noche, y han sostenido la fe de muchos en tiempos de crisis. Anunciaron, denunciaron: ¡educaron! a pueblos enteros, y les dieron razones para esperar contra toda esperanza.

Ya el lector sabrá en quienes estamos pensando al escribir este exordio: en el maestro y la maestra de hoy. Tenía razón Ortega y Gaseet cuando afirmaba que “no hay más remedio que definir al ser humano alguien cuya realidad primaria consiste en ocuparse de su futuro”.

La educación – arte y ciencia – es demasiado importante y vital como para dejarla flotar al viento de la improvisación o de soluciones festinadas. En educación el futuro es ya presente. Por eso necesita su cuota de “profetas”.

El auténtico educador es profeta en cuanto hace presente el futuro en su acción educativa: actúa con referencia a un tiempo que todavía no se ha dado, porque la historia se forja desde su término, es decir, desde lo que todavía no ha llegado a ser.

¿Cómo realizarlo sin caer en una pretensión vana o en un falso profetismo? Analicemos las referencias. La primera es la atención a “los signos de los tiempos”. Existencialmente los hechos “hablan”, los problemas “hablan”. En ellos hay gemidos de un mundo que muere y un mundo que lucha por nacer. Debido al exceso de estímulos exteriores nos hemos acostumbrado a ver sin mirar a oir sin ecuchar. El educador de hoy debe re-descubrir la capacidad de mirar el interior de las cosas: ad-mirar. Tiene que ser una persona “contemplativa”, no sólo a nivel espiritual sino también humano y cotidiano: que en su conciencia haya resonancias de lo que pasa en su entorno, que las analice, que busque el mensaje oculto que contienen. Y desde ese interior de la realidad, surgirán rasgos del futuro que tenemos que preparar.

Es evidente que esto tiene una cuota de riesgo, y hay que pagar a veces un precio muy alto por atreverse a cuestionar “lo que siempre se ha hecho así”. Pero el lector no debe olvidar que “la clave de la naturaleza del acto creador consiste en abandonar presuposiciones durante tiempo consideradas como válidas e intocables, y en comenzar de nuevo con una nueva orientación”. (Raoul Rugg: Imagination, 1964)

Miles de voces, desde todos los rincones del mundo, piden a gritos un salto imaginativo en el mundo de la educación hacia algo más participativo, más real, más liberador. Es el caso de mencionar la impresionante expresión del profeta Isaías: “Algo nuevo está naciendo. ¿NO LO NOTAS?

Educador, educadora, que lees este mensaje: “¿No notas nada, no oyes esos gemidos que te envían tus alumnos y alumnos como gemidos de parto de un mundo nuevo? Si los escuchas, tendrás derecho a tener esperanza; pero si no los escuchas…

“La esperanza es la pasión de los posible”, ha escrito  el filósofo Kierkegaard. Un auténtico educador para el mundo de hoy debe ser un “apasionado de lo posible”. Si mantiene a flote esa esperanza contra todos los obstáculos en contra, sentirá surgir en él una incontenible energía y una fuente perenne de alegría y esperanza en su vocación de educador, porque “el presente carece de futuro, si el futuro no actúa ya en el presente”. (Jurgen Moltmann).

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Mar/14
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